Tu sonrisa pervierte mi fe.
Arrodillada irredenta frente a tu sombra
sometiendo mis sentidos a tus instintos.
Los Dioses todos, me restaran sus favores
al descubrirme hincada ante tu templo
ofrendando lágrimas desde mis heridas.
¡Qué sublime poder tienes para vencer mi voluntad!
Tiras por tierra mis creencias, mis virtudes
volviéndome esclava de tus deseos irrefrenables.
¿Será tu boca siempre volcán en erupción,
trastocando en su lava ardiente mis besos,
talando inclementes las parcelas de mi cuerpo?
O tal vez tus manos esculpiendo en mis caderas
movimientos de olas embravecidas.
la seda de tus manos, cinceles volátiles,
deslizándose sobre mi piel.
Quizá sean tus ojos de mirada penetrante.
Misterios con destellos oscuros de lujuria
estremeciéndome hasta los huesos.
O la dulce ondulación de tu cuerpo sobre el mío
péndulo que hipnotiza,
sin destino naufrago
por los acantilados de tus brazos.
¡Demonio!
Atrapada en tu infierno,
el alma cruelmente se calcina.
Muero prisionera de la hoguera
y, a mi pequeño ángel de la guarda
oigo derrumbarse a mis espaldas.