1
Hay moscas en mi casa que relucen de espanto,
y días que no duermen
y sótanos que hablan innumerables voces,
regaderas sin agua que acarician mi cuerpo
a través de los sueños que olvidé
y dopé de silencios y de polvo.
Hay infiernos aquí que no se olvidan.
¿Por qué el día no puede ser simplemente el día
y la noche tan solo ser la noche,
y la realidad ser la realidad,
y el tiempo ser el tiempo; lugar para lugar,
espacio para espacio,
noches para otras noches,
y pellejos del alma recostados
sobre el ávido ombligo de la incriminación.
Yo nadé sobre muertos y salté sobre vivos,
cortejando un sofá lleno de pesadillas
y un closet que se abría y se cerraba
dando gritos de furia
por éste y por aquél, por ellos y los otros,
y por los que, confusos, extendían sus alas
hasta agotar su ingenio.
Espacio sobre espacio, lágrimas sobre lágrimas,
y origen empapado de voces y petróleo
entre una boca y la otra.
2
Pero yo sé que al sol le falta sombra,
y a la verdad mentira,
y a los actos del hombre consecuencias perennes.
Porque he venido aquí para morir de vida
y no para vivir de muerte,
porque conozco y porque no conozco,
porque pierdo las cosas que he encontrado.
3
Sin embargo el silencio,
sin embargo los féretros y sus tantas dicciones;
movimientos rebeldes, remetidos
al tropel del vacío,
y a las una y mil noches en donde la escarlata
posó indecisa para una sesión de fotos.
Sin embargo el espacio,
el reloj y la hora
que cada vez son más y más arcaicos;
aunque no tengan tiempo,
aunque se les detenga la mismísima vida.
He de permanecer en cosas como ésta,
porque ya no consigo soportar,
porque ya no consigo,
porque ya no consigo soportar.