Errabundo en la ciudad vacía
y azotado por un cruento destino,
angustiado pasaba mis días
... aturdido, devastado, perdido.
Soledad era mi compañía,
siendo lo único pegado a mi sino
y una pena en mi pecho se hundía
como lanza de punzante filo.
La buscaba con tenaz fervor
sin poder encontrar una huella
que pudiera aliviar mi dolor.
Y en las noches rastreaba una estrella
que luciera brillante esplendor
... que jamás nadie tuvo como ella.
Jorge Horacio Richino
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