para Renata y Milan
Una maraña de hilos que es mucho más
que una maraña: un entramado
o un tejido hecho con colores
sin materia, incorpóreos,
unos colores que brillan
y se esfuman, un nudo
que se desataría sin resistir
a mis dedos si no estuviera tan lejos,
allá arriba en el cielo, inalcanzable,
un mensaje cifrado
que descifro solo recurriendo
a los mitos antiguos, si me abren
su sentido secreto.
Los colores del iris, separados
por el sinfín de prismas
de las gotas de lluvia suspendidas
en el aire y formando
un puente sublime sobre el río,
el arco en cielo, el arco de la lluvia,
el arco de Iris, mensajera de los dioses,
un puente sublime que junta
la dos orillas por arriba
del agua corriente del río
engrosada por la misma lluvia
que empreña el aire impalpable
para que engendre el milagro
del puente que une las orillas
separadas por el agua impetuosa,
la corriente de agua que arrastró,
que separó y que ahogó,
la corriente que llevó cadáveres
de hombres que trataban de cruzarla
a nado, impedidos
por hombres uniformados
que les disparaban como a latas vacías
en un tiro al blanco de feria
a los que querían evadirse
de un paraíso terrenal
muy bien defendido y vallado
y sin salidas.