Bendigo tus manos llenas de ternura
y del mucho fruto con sabor a alegrías
que me dieron en caricias tu alma pura
y tu corazón que sobre mí vertías.
Oh! Amor infinito, fémino amor pleno.
Sobre tus rodillas, sobre tus faldones,
déjame dormir y descansar sereno
mientras compasiva muestras tus perdones.
Ya la vida corona tu par de sienes.
La noche que oscura tendióse en tu pelo
empodera los años que ahora tienes
y son blancura de amor, luz de desvelo.
Después de Dios, en su ágape y tan fecundo
poder para dar vida de día en día,
no hay virtud tan gratificante en este mundo
que tu amor de madre, amada madre mía.