FERNANDO NOVALBOS

PLANO GENERAL DE LA CASA

PLANO GENERAL DE LA CASA

 

Plano general de la casa a un paso de la sala

donde cocino los poemas que voy escribiendo,

algo doloroso que durante una época pudo suceder

y de ninguna de las maneras ocurrió jamás,

no hablo de asuntos controvertidos,

de un deshacer silencioso, un resquemor turbio,

un mañana presa de un ayer amontonado en miles

de mensajes que bien pudieran haberse convertido

en el preámbulo luctuoso de largas cartas

que presumiblemente nunca llegué a escribir,

tú misma habitas en mi vida más que yo mismo,

desde un principio supe que te podría querer, tanto,

que mi viaje a la cúspide del cielo acabó antes

de que diera comienzo el camino, siempre estabas ahí,

cuidando de la tierra, y seguiste conmigo

para abrirme los ojos que a veces parecían cerrados.

 

Plano general de la casa, sobre la cama la almohada,

las sábanas pespunteadas con tu nombre,

las iniciales que acercan mi piel a la tez de tu cara,

el pasillo largo, una cofre donde voy guardando

los recuerdos y un baúl para depositar los regalos

que adquiero cuando parto de viaje,

que por instantes resulta algo pequeño

para la enorme cantidad que fui adquiriendo.

 

En Italia una alianza de flores para acordonar

la hermosura de tu bondad a la fortaleza de mi cuerpo,

en Portugal un marco de luces para enmarcar tu retrato,

es indiferente que sea el último o que sea el primero,

en América los poemas de la rosa separada,

en el resto, un pañuelo donde no cala la lluvia

y por donde discurre el tiempo, lo demás,

en ciudades que iremos descubriendo, un libro,

un cuaderno por si fuese necesario

llegarte a desahogar, y me olvidé, en Toledo,

por donde también iremos juntos de paseo,

un plato damasquinado, y en la parte de atrás,

la que nadie ve, una sola frase, que más o menos

dice algo así como que mi nombre en tu voz

es como quien pronuncia el clamor de un te quiero.

 

Plano general de la casa, un reloj de manecillas

invisibles frente a la librería del comedor,

un atuendo de alas que llama al sol de mil formas

y tu alma de mi mano por los demás recovecos,

junto a la hojarasca, el relieve luciente de las estrellas,

los pétalos que desde hace tiempo desojé

y la dulzura consecuente de cuando me hablas

sin retroceder, como al fin ahora sucede,

para llegar a comprender que en tus labios,

la alegría deliberada mientras duermes y me duermo,

es la miel que pronostica la verdad de tus palabras.