El líquido silencio alegre se deslizaba
por los bruñidos cristales del risueño río,
sus arrulladores murmullos libres volaban
por océanos de paz en espacios infinitos.
Mis oídos laceraba con remotos recuerdos
de las límpidas aguas el gárrulo sigilo,
en plateados torbellinos de mí se alejaba
henchido de emociones de pretéritos siglos.
Clamores perdidos en la noche de los tiempos
llegaban silenciosos a mis callados oídos,
venían ahítos de sentimientos de añoranza
de cuantos en el tiempo antes que yo habían sido.
El jovial río el locuaz silencio se llevaba
entre níveas espumas y raudos torbellinos
y conmigo el silente sosiego se quedaba
de la melancolía enmarañado en los hilos.