Hoy al verte bajar del auto,
se alegro mi alma hermosa María.
mis pasos siempre fueron cautos,
en mi cuerpo mi alma se desvanecía.
Tus miradas salían como espinas de cactos,
sintiendo como mi cuerpo se moría,
cayendo al suelo con un corazón moribundo,
y olvidar así lo amargo de este mundo.
Te fuiste ajena a mi dolor que me aquejaba,
nunca te importa si se me va la vida,
el taco de tus zapatos en el suelo sonaba,
siempre creyéndote la divina y hermosa diva.
Mostrando a la gente que mi vida no te importaba,
mas mi nombre de tu oídos se iba,
vagando en el oleaje de un furioso río,
dejando entre las sombras un temeroso frío.
Se va la tarde y comienza la amargura de la noche,
no te importa que mi cuerpo se desvanezca.
Muy ligera te alzas y te alejas en un coche,
mis suspiros se alejan con el viento y verdezca.
Sin miedo al decir palabras en trasnoche,
sigues tu camino sin importar que anochezca,
vuelves y miras mi cuerpo caído,
Me miras y me dejas en la calle herido.