Ando aquí en el silencio,
sin dejarme ver, sin el entusiasmo
de pronunciar palabras… sin aspavientos;
sumido en la quietud de contemplar
el vacío que se quedó del murmullo
de una araña, las pisadas de un hormiga
que murió a dos kilómetros de distancia
el chasquido de un algodón quieto en el aire;
entretenido en imaginar la cascada
de un riachuelo, la ola extinguida de un lago
subterráneo, una pluma que cae
desde el cielo azul como gran milagro
de la vida que pasa entre espontáneos
altibajos; ando, así, sin nadie en mente
a quien dirigir mis penas y mis versos,
con alto mutismo, incipiente y terso,
callado como una noria ya seca
como un aguacate partido en invierno.
Pero vienes tú… y declino el silencio.