El sol
no solo entra cuando se deja la persiana abierta.
Incluso, -diría yo-,
brilla más
cuando entre paredes descuidadas ingresa.
En el amor sucede de la misma manera…
Lastimosamente,
yo no tengo la persiana abierta.
Sin embargo,
ahí estas vos...
sonriendo con lo que señalan tus ojitos,
cantando sin una sola pizca de ritmo,
enamorándome…
Y aquí estoy yo,
en el otro extremo,
escribiendo.
“Esperando a que pasen las horas
para al fin vernos”.
Queriendo apreciar cada detalle
-para así-
grabarlos en mi mente,
en esa misma que no entiende
que no puedo ser tuyo…
que me ha tocado mirarte
-de lejos-,
y a escondidas
–de vez en cuando-
darnos uno que otro beso.