¿Hemos de darnos por vencidos cuando algunas fuerzas aún nos acompañan?
¿Renunciar a una temporada en el infierno cual Rimbaud quien la creara a los diez y ocho, para morir amputado y consumido por el cáncer a los treinta y seis?
Y heme aquí gritando a contra viento tratando de enhebrar está rueca que gira y gira sabiéndome santificado y, en apariencia, elegido para detentar el puesto de falsete en los coros celestiales con una eterna piedra en mi sandalia que me impide concentrarme en los cánticos celestes donde todo querubín se derrite en gloria.
Y vienen a invitarme a acompañarlos sabiendo como faltaría con ello a mi pasado. Diciéndome cómo es menester guardar la compostura pues ya para esta fecha deberíamos ser luz del mundo apegados a los rezos con los cuales desfilamos uno a uno a los hornos crematorios después de una vida fecunda en nuestro ayer y llana en nuestro ahora.
Más aun persisto en hilvanar imposibles cada tanto en tanto sobre las tres comidas diarias y las menguadas horas de sueño.
Cada día se bifurcan los caminos obligando en zigzag a despedidas y abrazos retomándose.
Y allí voy con quien siempre a estado a mi lado exigente- inquebrantable sin aplacarme.
Al final llevaremos a la tumba cada uno un grano de arena en los ojos que nos fijó norte de buscar el por qué estamos erectos desde hace tan solo unos miles de años.
RIMUZ - CIBORG MR