Ingrávidos sonidos acunaban el aire
al conmovedor fluir de la rápida corriente,
sus inasibles alas locas revoloteaban
en el flamígero despertar del sol naciente.
Mis conmocionados sentidos acariciaba
una melodiosa lluvia de trinos celestes
que por los espacios infinitos me elevaba
para besar los labios de la aurora naciente.
Mis sueños se deshicieron en tenues colores
en la armoniosa paz de aquel paraje silente,
en donde todo ardía en silencio y beatitud
en pos del rumor de la sonorosa corriente.
Dos amargas lágrimas se hundieron en el agua
para fundirse con ella en lazos permanentes
y dos profundos suspiros salieron de mi alma
para volar por los etéreos valles agrestes.