Era un camino
antiguo y transitado
por el ganado.
Por él pasaba,
llevando sus ovejas,
un pastorcito.
Ojos azules,
carita sonrosada,
un buen guardián.
En el zurrón,
portaba la comida
y unos cuadernos.
Cuando en el campo
pastaban las ovejas
él escribía.
También leía
las letras que las nubes
le iban dictando.
Y así nacían
los versos y las rimas
de sus poemas.
Risas y llantos,
mezclados con balidos,
de las ovejas.
¡Qué hermosos sueños
quedaron atrapados
entre sus versos!
Rafael Sánchez Ortega ©
22/04/19