Cuando aprendí los colores
con sumo orgullo repetía
azul y blanco, la bandera mía.
Luego verde, verde, verde…
La arboleda, en la eterna primavera
y el rojo…del pecho teñido
del ave que admiro,
y el fruto de la tierra
que huele y se transforma
en granos marrones, bebida de Dioses.
Arcoiris en sus trajes multicolores,
prestados de los cálidos celajes
elevados en los cometas gigantes.
Mirna L. Carranza Archila