EL CIPRÉS
CLAVÓ SUS DEDOS EN MI CUELLO
EL CIPRÉS SE CALLABA,
PERO UN VIENTO RECIO
ORDENÓ CORTARLO
MAS EL CIPRÉS SOBERBIO
SIN HABLAR NI PALMO,
SIGUIÓ ESCRIBIENDO
LA FARSA DEL SANTO.
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SOLO YO ESTABA
CON MI GRAN SILENCIO
Y MI SOLA ESPADA.
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LA NEBULOSA LLEGABA
CON SIETE LLAVES EN MANO
PARA ENCARCELAR LOS TIEMPOS
PRESENTES, FUTUROS PASADOS.
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AL DESCENDER A LA LUZ,
FUE AQUEL CANTO DE AMOR
QUIEN SE LLEGÓ A MI ENTRAÑA,
TOCÓ A MI PROPIO SER
Y LO GUARDÉ EN MI ALMA.
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Y TAMBIÉN LA SEMILUZ
MELANCÓLICA SE HALLABA,
EN LA BÓVEDA DE PIEDRA
EN LA CÚPULA PREÑADA.
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TENUA Y DULCE SE EXTENDÍA
Y EN SU DESCENSO BESABA
LA TIERNA Y BELLA PUPILA,
DE AQUELLA QUERIDA GAYA.
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EL RECUERDO SE HUNDE
EN CIEN MILLONES DE PÁGINAS.
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HAY UNOS OJOS DE CERA,
DE MÁRMOL Y PÁRPADOS DE ÁGATA.
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SE DESCONSUELAN,
SE DESANGRAN,
SE AHOGAN Y SE CIERRAN
SUS DULCES IRIS POR AQUELLA
QUE NO HABLA.
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EL CANTO LO RECOGE EL ALMA,
SE MARCHA EL TIEMPO, LA NOCHE AVANZA.
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UNOS MOJADOS LABIOS
BESAN LA MEJILLA BLANDA.
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QUIZÁ FUESE LA MÍA
LA ÚLTIMA MIRADA.
Fco. de Sotavento