No nací en Abdera
como aquel filósofo sonriente
que miraba los hombres y las cosas
de manera festiva y saludable.
Nací en Colombia, tierra dura,
donde el crimen campea vigoroso
por montañas, llanuras y ciudades.
Aquí vivo y trato de reír,
aunque el llanto azote mis pupilas
cuando miro la triste realidad.
Si fuera aquel filósofo,
atomista y bromista al mismo tiempo,
lanzaría sonoras carcajadas
mientras viajan la sangre y las neuronas
por las venas del país y mi cerebro
en busca de la paz… y de la nada.