Se entrelazan hilos
con el singular roce
que hace erizar la piel,
se encogen los gemidos,
se saborea lentamente
pegajosa miel.
Lo inmenso cabe
en los ojos,
se ha abierto el deleite,
el ruido perfecto
cubriendo contornos,
los cuerpos exclaman
su concordancia.
Eduardo A Bello Martínez
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