Aún recuerdo tus ojos.
Esa sonrisa que me causaba sonrojos.
Esos aretes hechos de coco
que tanto me pediste
y que tu novia dijo que solo usaban los locos.
Mi Ángel...
con la vida por delante.
Mi niño de hoyuelos en las mejillas
de rasposa y linda barbilla.
¡Cuanto añoro verte!
y por un instante...
poder abrazarte.
A veces he llegado a pensar,
que un día voy a despertar...
y a los ensayos vas a llegar
y te voy a oír cantar.
Mas... Solo lágrimas por ti,
aún suelo derramar.
El agua se alojó en tus pulmones
y no hubo nada que se pudiera hacer...
y nadie creía que tú siendo tan joven,
ahora, a la casa del Padre te tocaba volver.
Una daga traspasándome fue el oír la noticia.
Cuando hacia unas pocas horas
que te había visto de sonrisa
en sonrisa, paseándote con ella, tu musa.
No se si ella lloró tanto como yo.
Pero algo en mi murió esa tarde...
y aún se me mojan los ojos y me arde,
no haber podido ese darte ese obsequio que me pediste.
Siento que eso quedó pendiente
entre los dos, y por eso, ni siquiera tuve el valor de ir a enterrarte.
Amigo...
Ya casi son 2 años de que te fuiste.
Así, abruptamente...
con tantos planes en mente.
Y te extraño tanto.
Y te quiero tanto.
Y te pienso en silencio.
Y te llevaste un pedazo de mi historia entre tus ojos...
y, no se cuánto tarde una herida
en cerrar pero, que esté fresca, no me importa,
si con eso mi memoria no te olvida.
El dolor mantiene el alma despierta
y que así mi alma te quiera.
Mi querido Ángel...
me queda la esperanza de que nos volveremos a ver,
y por eso, no hay reclamo para Él,
aunque aún no pueda entender...
por qué así...
por qué a ti.
No hay un juicio justo a su voluntad.
Es verdad.
Mas bien..
es mi limitada cabeza que le cuesta asimilar la realidad...
de que ya no te puedo abrazar.
De: Diana Janeth Reyes Diáz.
( Diana Reydz )
Publicado el 17/05/19
02:00am
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