¿Quién en sueño ajeno puede morir por un poema?
¿Quién etéreo en nubes de smog y rocío cargadas de ilusión o pesadilla toma miedos confundidos?
¿Y si no es por intentar un pedestal, para que lanzar palabras cual cohetones o hacer sonar sirenas donde se pintan negros nubarrones o se cuecen infiernos de ajenas ilusiones y mujeres y hombres ideales - desnudas esclavas o siervos juguetones - en medio de la carencia en su garganta que busca hacer de ellas o ellos juguetes de porcelana con los cuales sentirse reina o amo en noches de efluvios seminales o mojadas vulvas penetradas por sus falanges cual luciérnagas fantásticas?
A esto se dedican hoy los poetas de la posmodernidad cual pervertidos mendicantes fingiendo sonidos guturales y vágatelas convertidas en odas intocables - cuando la gracia no les llama o cuando una vista no les inspira por que su alma es un bloque monolítico donde el cincel se ha vencido y el mundo les ha entregado lo que a bien merecen cuando cantan papagayos imitando formas del pasado donde no pasan de contar sílabas y rimas sin darse cuenta como este es el vestido donde de elegancia se adorna la poesía y por ello, vengativos la pervierten borrando límites, convirtiéndola en su trapo de cocina retrocediendo a cuando el lenguaje no había inventado para cada cosa tres o diez palabras y en este juego los supera la inteligencia artificial capaz de componer de entre veintidós millones de palabras, en segundos, en base a una foto y un sustantivo versos líricos de infinita y armoniosa letania sin sentido, cuando poetastros ni un cuarteto en armonía y creación alcanzan - y aún así - se dicen superiores.