Me abandono para caerme en el vacío. Desciendo
a través del aire, levantando la cara
para ver solo el cielo. A media caída
suben a mi encuentro los ruídos
del tráfico y el alarido de la sirena.
Unirme al fuego. El destello del vidrio
corta el espacio abierto que me traga. Vendrá
pronto el vómito oscuro
de sangre en la boca. Si bajo
es para volver, lo sé, con la primera marea.
Solo es cuestión de escoger el momento
entre flujo y reflujo.
Unirme al fuego inmortal
para que me arroje
hacia esta misma orilla
este mismo mar que se recorta
bajo la luz y el resplandor del vidrio.