En la jaula divina de sus besos
yo me siento feliz de estar cautivo;
es la dicha mas grande que yo vivo
cuando gozo sus dulces embelesos.
Cada instante que paso en sus regazos
disfrutando sus formas primorosas,
me parecen de olimpo los retazos
que regalan las ninfas y las diosas.
Nada puede igualarse a la ventura
de escuchar de su voz dulces te quiero,
que parecen la tierna partitura
de los trinos preciosos del jilguero.
Cuando miro la luz de sus pupilas
miro el fondo celeste de los cielos;
son sus ojos estrellas muy tranquilas
que iluminan mi sueño y mis anhelos.
¡Cuanto el alma se llena de alegría
cuando llega el amor de tal manera;
es su luz la mas bella sinfonía
que nos hace la vida placentera!
¡Es por eso que tanto yo la adoro
como adoran los ciervos al gran río,
como quiere el pirata su tesoro,
como extrañan las rosas al rocío!
Autor: Aníbal Rodríguez.