No sé qué sea, ni si lo que tengo,
neurosis, baste para que enloquezca
la letra, y nunca falte, y no enmudezca
ante la muerte estridente que obtengo
cuando te desprecio. Así, sordo, vengo
a ti… ¡Qué eres! ¿Cómo haces que aparezca
vida y que, al instante, se desvanezca?
Mi esperanza: a la respuesta me abstengo.
Vaga mi verso en tu piel de capricho
y urgencia; y halla en tu alegría agonía,
y burla, y alivio… ¡Y eso que nunca he dicho!
Sin nada todo me das… Bajaría
al poeta del cielo y en el blanco nicho
con sangre escribiría: ¡poesía!