Ojalá vivir siempre dormida en tus ojeras,
despertar entre los sueños que me cuentas,
morir como un misterio sin que duela,
fundirme con lo eterno
en un cielo de acuarelas,
o perderme al infinito
del vaivén de sus caderas.
En esta calle sin luz y sin ventanas,
esta carretera sin sentido,
oigo un murmullo y salgo a buscarte
en cada déjà vu de un callejón perdido.
Sueño que vuelves a buscarme
a arrastrarme a tus abismos con un beso,
y esta vez tú ya jamás despiertas
y yo siento nunca haberme despedido.
Al final todos tenemos
heridas que nunca se cierran
y aunque ya no eres la misma
aún escuecen cuando rozan,
dejan huella,
las contemplas con orgullo,
con máscaras o letras,
y algún día te perdonas
y hasta dejan de doler.
Me da miedo que tus ojos
de zafiros se den cuenta
de que siempre soy distinta.
Que se pierde mi mirada en la ventana
y al rato cambio de estación.
Que cuando bailo se escuchan
mis sombras aún como cadenas.
Que de puro fuego ardo
y soplo luego las cenizas
para no quedarme a verlas.