Hay una lluvia de besos en la bahía de tu boca,
una dicción perfecta para una noche estrellada.
Apacible, como un espejo lleno de celo relumbra tu figura,
intenso, como la vastedad de un bosque de hayas, tu abrazo.
Cuando te acercas, con ese rastro tibio de soplo de ángel
con la trova de todas las brisas en mi poniente oceánico,
me enciendes ave y vuelo sobre tu costado de río.
Cuando tus ojos se precipitan abiertos o cerrados-da igual-
aquí, en la barca de mi vientre, te haces bálsamo,
sin distancia, soy lazo de estíos en tu nido de alondras
y poso en tus párpados el crepitar amable de todos mis besos.
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