De nuestro divorcio, pasaron doce años. Durante todo ese tiempo, viví feliz en tu ausencia. Sin buscarlo, la puerta de nuestro hogar, el divorcio toco. Sin esfuerzo alguno, le abrimos la puerta. Tu por disfrutar de tu nuevo amor y yo por conveniencia.
La misma. Sin exigirte nada, abandone mi hogar. Por hacerlo, algunos me juzgaron de loco, mientras que otros por mi sentían lastima. Por no demostrar debilidad, frente a ellos, por ti nunca derrame una lagrima. A solas, mientras deseaba que de mis ojos brotara ultima, en ellas me ahogaba.
En mi ausencia, con tu nuevo amor te casaste. ¿Sera que él nunca supo amarte? Durante esos doce años, en ocasiones pensé en ti y en todo lo que para mí significaste. Como yo, nadie podrá conocerte. Mucho menos hacerte el amor cuanto tu cuerpo y corazón, en armonía, están ardientes.
La misma. Hace doce años, los dos nos separamos y diferentes aventuras buscamos. Hoy, muchos piensan que es una locura que nuevamente este contigo. En ocasiones, sin palabras, lo mismo digo.
¿Te extrañe o me extrañaste? ¿Te busque o me buscaste? ¿Regrese o regresaste? ¿Fue lujuria o amor? ¿A caso el deseo de amarnos por unas horas nos cegó y entumió el dolor? Lo cierto es que después de doce años, quizás por razones equivocadas, nuevamente comparto mi vida con la misma que en ocasiones me dio unas merecidas bofetadas.
Hoy que nuevamente estoy adentro, no puedo creer la situación en cual me encuentro. Finalmente he comprobado que uno jamás puede enderezar un árbol que nace ladeado.