A. Martinez

Ojos.

 

La maravilla emerge de sus ojos,
la manera peculiar
de penetrar,
de hurgar más abajo de la piel,
de hundirse hasta las respuestas;
ojos que van abriendo la ciudad,
limpiando el aire,
ojos justos y sencillos.

 

Yo diría,
que de ella
surgen palabras cuando mira;
sus ojos,
son una extensa
masa de agua,
un océano no contaminado,
donde comenzar la vida.

 

Te observa
y se desea abrazarla,
con una ternura inusual,
porque sabes
que tienes la oportunidad,
de atrapar esos dos mares
para justificar toda la dicha.

 

Y quieres que sus brazos
te rodeen,
y que su boca se ofrezca
a purificar antiguos sueños,
cerca,
muy cerca de sus ojos
y su particular caricia.

 

Que me mire,
que me mire siempre,
que me quieran sus ojos también,
que haga de mí un recién llegado
a la felicidad,
la que encontré,
cuando me abrazaron sus pupilas.

 

Eduardo A. Bello Martínez
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