Eternamente mia,
en cada suspiro,
en cada beso.
Mía en tu desnudez astral,
en tu silencio,
en la profundidad
de la noche,
en la tenue luz
de un lucero.
Mía en la entrega
de un amor sin límites,
en la fusión de los cuerpos,
en las savias que se mezclan
y en las carnes confundidas
sudadas de sentimientos.
Mía en un abrazo de fuego.
Lentamente mía
en un atardecer
rojo e intenso
en el negro de las sombras
y la humeda claridad
de un amanecer inquieto.
Mía en el candor de tus pétalos,
en el rocio de sangre,
y en tu vientre
donde se apaga y resurge
como un grito el deseo.