Han pasado tantos años…
Ver películas del oeste,
en la oscuridad de un pobre cine de barrio,
fue la pasión primera,
la ilusión del sueño perfecto,
que es soñar despierto viviendo la vida,
montando caballos que nunca han existido,
rescatando a la novia perdida.
Después,
en la película de la vida real,
jugando en el patio de la casa familiar,
un bello corcel imaginario,
hecho con pencas de palmera
se alza en las patas traseras,
con imaginario relincho
(¡niño, te vas a matar, se lo voy a decir a tu padre!)
y acaso mi debilucho cuerpo infantil,
montado a horcajadas en el potro fantástico
(¡niño, no corras más con esa penca!
Mira cómo te has puesto la ropa nueva.)
cae de golpe, herido por una bala de mentira,
rueda por el piso, recupera la bestia
y se lanza al galope en ferviente carrera,
imaginando el rescate de la novia perdida.
Frank Calle (20/mayo/2019)