Suaves susurros que acariciáis mi dulce pena
en el lánguido sopor de la ardorosa tarde,
llevadme con vosotros a las altas esferas
en las quejas del aire.
Invisibles murmullos que arengáis a los sauces
entre los tiernos abrazos de la sedosa aura,
con los sonidos de vuestros melodiosos cantes
enmelad mi añoranza.
Cándidos rumores que el leve céfiro besáis
en el apacible despertar de la alborada,
¿por qué entre vuestras frágiles alas no me lleváis
a la eterna morada?