Quise ahorcar el sueño
de un muerto,
ser el muerto
que traduce
taquicardias
convencerme de que fue breve
la descomposición de la pupila
posada en el hueco de la puerta
mi bulbo, mi tubérculo
mi frondosa exageración
desató nudillos
cuando corté la rama A
los pájaros del Monte Eerie
no están al alcance
de la belleza.
Estoy en el lado B
bautizando calles
pobladas de perros
a la sombra del árbol C
tallado a la altura de
alineamientos eléctricos
veo a los amantes,
entran al mar,
con sus ojos fundan
una casa de arena
entre las rocas y
la batiente ola
pájaros,
siempre los pájaros
huyen de la ciudad
al Monte Eerie
sobrevuelan raíces,
si en el taller modelo
ríos del paraíso
en mi cuerpo
el mal en la manzana
envuelta en el fino papel
desgarrado del exilio.
Huele a bosque en verano,
a fuego, lejos la costa,
en éxtasis
sobre una alfombra
destrozo las manos
cuando el verdugo
con una rosa en el sexo
desea ser perro o navaja.
del cuaderno
Zupia
Editions Hoy no he visto el paraíso, 2016