Estoy de ti, mujer, todo sediento,
como el campo agostado en la sequía,
anhelando que llegue pronto el día
que me calmes la sed, de amor, que siento.
El corazón ya tengo ceniciento
al perder de mi vida tu alegría,
y espero como el triste en su agonía
que acabes, de una vez, mi sufrimiento.
Deseo que me des mano tendida
pues tengo el corazón sangrando yerto,
y seas para mí lluvia de mayo
regando, con amor, mi alma sumida;
no me dejes en árido desierto:
¡líbrame del suplicio en que me hallo!