si en las gotas de lluvia estuvierán las respuestas, de este amor descabellado que llevo en mí ser.
De este frío latente que quiebra mis huesos en pedazos; si aún con la brisa mojando mí cara, supiera que me podrías amar, guardaría conmigo todos los amaneceres.
Aún con mis dolores de espalda y sin poder respirar; te esperaría, para poderte encontrar.
La noche se tinta de purpura y empiezán a anidar las golondrínas. Empiezán a aullar los perros y los gallos esparán la mañana para poder cantar.
Y yo esperaré aquí sentada, con mí taza de café bajo la sombra de un árbol, a que me puedas amar...
Managua, Nicaragua
Valery Tórrez
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