Tu melena sinuosa se detiene
en la apacible arena de la orilla
y la pasión que nace, en ti, se humilla
a la brisa que llega y te sostiene.
Así mi corazón busca en Selene
esa blancura fiel que tanto brilla,
el resplandor que al niño maravilla
y al hombre gris anima y le mantiene.
Avanzas con soberbio atrevimiento
y galopas las dunas tan doradas
despreciando ese mar siempre violento.
Me muestras a tus manos desnudadas
con el verso cautivo y avariento
que escribieron los gnomos y las hadas.
Rafael Sánchez Ortega ©
01/05/19