Vicente Martín Martín

Las Bienaventuranzas

Dichosos los amantes que copulan dormidos y despiertan gozosos,

los que llevan bolsitas de infusiones para afilar las cuchillas de las patinadoras,

los que miden un día y otro día la temperatura de los ahogados

y recogen sus ojos bajo los pisapapeles,

dichosos pues por ellos

se llenarán de buitres las mecedoras de azúcar.

 

Dichosos los que saludan por la calle y bailan sueltos, los que son
más púdicos que Dios y se santiguan delante de los mausoleos,

los que llevan de balde la nostalgia y se proclaman

adictos a los surtidores de gasolina,

dichosos pues para ellos

habrá un cielo detrás de cada miércoles de ceniza.

 

Dichosos los que adoran a Júpiter y se dicen camaradas de las ranas de Darwin,

los que piensan que es tiempo de acometer una nueva eternidad y rescribir

en arameo la Ilíada, los que alumbran el mundo con lámparas de carburo

y tienen un harén entre las fosas nasales,

dichosos pues de ellos

será sin duda alguna el hociquito de Blancanieves.

 

Y dichosos los tristes,

los chistosos,

los locos y los cuerdos, los que llevan

la modestia en los labios y los falsos fingidores,

dichosos los que cumplen semanalmente y los que se masturban a diario,

dichosos pues con ellos

habremos concluido oficialmente este período de ostracismo.