Al igual que él,
al principio me dijo
que le gustaba la poesía.
Eso me encantó.
Luego -al igual que él-
me propuso conocernos.
Al igual que con él,
comenzamos a encontrarnos.
Los días fueron pasando
y la poesía dejó de ser
un motivo para estar juntos.
Ocupó sus mismos espacios,
guardó sus cosas
en los mismos cajones,
desordenó la misma cama
y ensució los mismos platos.
Sentí el mismo temblor
cuando sus besos
se esparcieron
en el mismo aire
del mismo cuarto.
Aunque no eran iguales,
no tenía mas que
el mismo amor para darles.
En el mismo sillón que él,
revisaba el celular
mientras veía la tele.
Yo lo miraba con los mismos ojos
que antes lo miraban a él.
No le escribí demasiado,
al igual que a él.
No sé si habrá comprendido
que el amor me escribía a mí
mientras yo escribía en su piel...
y en su piel.
Se sentó en el mismo sillón que él,
para también hablar de despedidas.
Lo vi llorar, al igual que a él,
mientras se iba.
Yo sentí tanto frío
que mis lágrimas
se congelaron.
Tal vez mi corazón
sigue helado y no reacciona,
tal vez, de mucho sentir
no siente nada.
No lo busqué,
al igual que a él.
No sé dónde buscar
lo que ya no existe.
Y me pregunto
cuál es el problema:
¿soy yo o es el sillón?
Necesito saberlo
antes de que un nuevo él
ocupe los mismos espacios,
antes de que un nuevo él
se siente en el mismo sillón
que él... y él.