Una música nueva, pero conforme a los cánones.
Una ligera variación en la consabida manera.
El ruido casi imperceptible de una fractura
allá donde se esperaba el silencio.
Una luz sesgada que revela un detalle
oculto en el arbitrio de la luz absoluta.
Quizá el alterarse del significado
de una palabra cuyo sonido quedó
invariado en el habla de pueblos sucesivos
que la fueron repitiendo sin enterarse del cambio.
El asombro de quien se agacha sobre su infancia
reconociéndose en el niño que ha sido hace poco
y se da cuenta de que ha cambiado el sentido
de su vida en el mundo.
El asombroso descubrimiento de que nos separa,
a los que estamos viviendo,
el abismo del tiempo
y el abismo del espacio,
la otra dura cara de la misma moneda.
El prodigio de las manos que se reconocen, rozándose.