En días soleados, al ver caer la tarde
como un velo, sobre las cordilleras,
emprendo viaje, imaginariamente,
y miro el mar cual manto desplegado
sobre la imbécil multitud humana.
No llora el mar
sino que cubre de vigor la vida;
mar inmenso, noble mar
donde florecen amores y aventuras,
leyendas, tristezas y alegrías.
Mar primigenio, mar perpetuo
que proyecta esperanzas y recuerdos
sobre el dolido corazón del hombre.
Fuerza me das, inquieto mar,
cuando alejas la muerte que amenaza
blandir su guadaña impenitente,
anunciando dolores y agonías.