No existe el verdugo que pueda despojarme
de esta vida en plenitud de amores.
El otoño barre hojas en remolinos y veo en ellas vibrar
la vida que fue, en ese ambarino rojizo que se llevó
la energía del verde. El ciclo vital se cumple
y el tiempo impío, ¡ajusticia!
No serán hojas ocres mis amores y cada mañana
beso sus frentes para que perduren y no me los quite
ni el olvido ni el verdugo. No habrá otoño.
A veces tras mis cumbres se ocultan,
pero no se han muerto; otras me distraigo un poco
para exaltar ciertos reencuentros tras lapsos cortos.
Y yo mismo me interrogo y me respondo
sabiendo lo que piensa el árbol seco, cuando siente
una vida exenta en hojas y en la presencia del hachero.
Que no hay noches desoladas ni en angustia
cuando se ahuyentan los otoños que se llevan glaucos,
intentando traer lápidas mudas y leñas sin alma.
Cuidaré los nidos. Y yo, que he sido árbol,
alejaré al verdugo y al hacha del hachero.
De mi libro “De esas letras pendientes”. 2018 ISBN 978-987-763-836-3