No quiso el caballo el agua
y se lo llevó la sed
a beber a otra morada.
No quiso dormirse el niño
porque el pare le faltaba,
no floreció el rosal,
el clavel se marchitaba
y la mare, noche y hiel
las lágrimas que le manaban,
ahogaba su nana de sal,
un quejío en la garganta.
Duérmete, mi niño, duerme,
ya buscaremos mañana
la frescura de otras fuentes.