-Pertenecer- esa palabra que resuena por última vez como una interrogante en mi cabeza. Para pertenecer no hace falta una nacionalidad o un gentilicio, para pertenecer no hace falta la aceptación de un grupo social o una relación estable, o un trabajo, solo necesitas ser humano. ¿Quiénes son ellos para determinar de dónde eres, a dónde puedes o no puedes ir? ¿ o qué condiciones debes cumplir para ser parte de algo? ¿ Acaso ellos son dueños del mundo? Si el mundo me ha de pertenecer, yo le pertenezco al mundo, soy y somos, no necesito nada más que la aceptación del universo y del planeta que me ha escogido para sembrar una semilla.
Mi condición en este mundo no depende de mi acento o de lo que dice un papel de mi, lo determina la naturaleza de mis acciones y la esencia que destila mi conciencia, lo que soy es lo que yo he decido ser, y pertenezco a la razón del universo que me inspira, como la musa perfecta, reflejada en millones de estrellas frente a mis ojos. Eso soy, un humano, no un objeto de la sociedad en la que transito, porque lo que alimenta mi instinto es superior a las leyes vencidas de una sociedad corrupta e hipócrita, falsa hasta los tuetanos de su razón.
Yo soy, libre.