Alberto Escobar

Mira al frente.

 

No tengo ojos para ti.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El cráneo de hueso
a plomo pasa.
Andas para mirar
abajo, pesa la tierra
que pisas en andas.
Con la mirada al suelo
se alumbra una neurona:
Saco el móvil que me marca
la piel del bolsillo, repaso
la nada.
Como el plomo te castiga la
mirada mirarás otros mundos,
de plástico, de ilusión, las
tortugas tontean entre
bolsas de compra y lágrimas
de mar hacia su boca.
Si no te sale un ojo en el
cogote será tu acabose, los
coches, las motos, no son
impulsos eléctricos ajenos
al sólido del impacto.
Guardas el móvil tras dar
alimento a una boca sin
garganta, sacas fuerzas de
flaqueza, vences el plomo
de tu cabeza, saber qué hay
más allá de esta presa.
Yergues la cabeza, descubres
un mundo inédito: árboles
que huelen, que respiran,
vehículos que tiritan de prisa,
niños que chillan tras callar
demasiado en las aulas...
Te atreves a forzar las cervicales
hasta mirar a las cornisas,
balcones que no abren, toldos
de esparto centenario que no
conocieron fotones...
Miras los letreros de tiendas
que tienden a tender sus
persianas, la crisis...
Existe otro mundo, que se
mira sin leer, que se huele
sin apenas respirar, que se
sonríe sin imaginar, que te
succiona, te envuelve, estás...
El cuello se te vuelve robusto,
poco a poco lanzas otras redes
entre tu alma y la ciudad.
Eres más allá de un rectángulo
con pantalla, eres energía...