No tiene fuerzas para caminar
si pareciera que el viento lo detiene
como si el amor ya se fue despacio
por la vereda de en frente, y lo mira,
y lo va dejando de lado, su mirada es turbia,
apagada, sin sentido alguno.
Sus pasos son delicados, le molestan las piernas,
me mira con sus ojos triste, su voz entre cortada,
su cuerpo tirirtón, sus manos tambalean al recibir
unas cuantas monedas para su desayuno, que es
un trago de vino y poder relajar su cuerpo.
El amor ya no lo tiene, le ha dejado.
Esta cansado, con frío, sus cobijas no le calientan el cuerpo,
duerme donde le encuentra la noche,
con suerte, se sirve un plato de comida caliente,
sus labios, heridos por el frío de la noche y el día,
me da las gracias por las pocas monedas que
le dejo en su mano, y me marcho y en mi andar
voy pidiendo a Dios por su vida y para que le de
buen cobijo y una buena comida para su buen caminar,
para que el hombre pueda de nuevo sonreír
y agradecer por los años mozos vividos
y derramando una lágrima por los años
que le ha quitado el maldito vino.