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NOCTURNO XVI

   El horizonte es crepuscular,

coloridos jirones  se disipan entre largas 

degradaciones y fusiones caprichosas.

El día ya muere con cantos de ruiseñor

y staccatos de búho.

La bruja milenaria, de amarillo pálido,

sonríe malignamente a los aullidos del lobo,

mientras yo bajo los mantos de sombra,

casi al borde del delirio

y sumergido en la nostalgia,

sigo cavilando y cavilando

sobre lo que pudo ser y ya no fue.

   El tiempo, señor del Universo,

me lo ha arrebatado todo.

   Él es inextricable, irreversible,

irreverente e imperecedero.

Nada puede detener su marcha...

Se lo lleva todo como en un vendaval de sueños

al pozo del olvido.

Luego la nostalgia por lo bello

y el arrepentimiento por lo que 

pudiste hacer y no lo hiciste...

Pero aquellos hermosos fragmentos

de existencia efímera,

te marcan y te anclan en el pasado

y lo comparas siempre con el acontecer del presente.

   Si no te hubieras ido de este idílico espacio,

aún estaríamos juntos, siempre juntos...

   Nuestra piel lozana y fresca;

nuestra juventud maravillosa

se ha ido poco a poco,

pero nuestro ser es el mismo

desde el principio de los tiempos.

Nuestro amor aún no muere,

después de casi toda una eternidad.

En otro tiempo y en otro espacio

han quedado las escenas más bellas

que hayamos vivido...

Así quiero recordarte en el devenir,

bella princesa de ojos claros y cabellos de miel.

   Cuando tu mirada me traspasa el alma,

parezco caer a un insondable abismo,

pero un abismo de encanto y bienestar sin medida,

donde quisiera permanecer siempre,

por toda la eternidad.