andrea barbaranelli

El abismo

 

Me quito los zapatos,

arremango los pantalones

arriba de los tobillos,

entro en el agua baja

caminando en la arena

menuda que cede a mi peso,

me paro

y me quedo mirando el horizonte.

El agua borbotea y susurra,

y yo aquí, de pie,

tranquilo,

como uno que se las sabe todas

sobre las extravagancias del mar y del cielo,

como uno que no se deja impresionar

por la eventualidad de un temporal repentino

o, ¿por qué no?, de un maremoto

que pueda cogerlo en la orilla.

Aquí, con el agua que ya me llega a los muslos,

resistiendo pasivamente la fuerza

de la marea que crece

y no decide si empujarme hacia atrás

o arrastrarme mar adentro,

solo debería dar unos pocos pasos,

solo dos o tres pasos,

para hundirme de golpe

en un agua sin fondo

en un abismo insondable

más hondo que los sueños más hondos.