Sin ti, mis horas eran sin sombras de ansiedades,
te amé por que creía que tu eras diferente,
miraba en tu sonrisa, serena y reluciente,
la estrella que alumbraba mi mar de soledades.
Mis sueños, muy callados, dormían en el Hades,
y tú los despertaste con rostro muy sonriente,
y abriendo de esperanza su espíritu silente,
borré de mis recuerdos antiguas mezquindades.
¡Le diste a mi silencio magníficos soñares,
mas fueron floraciones de efímeros jazmines
que pronto palidecen, al pie de los altares
que siempre se levantan, al son de los violines,
creyendo que se acaban por siempre los cantares
que traen los acordes de lúgubres maitines!
Autor: Aníbal Rodríguez.