Ayekan

And I will be good.

“Mientras las hojas se desplazaban volátiles por el parque, yo permanecía sentado. Nunca fui de detenerme a mirar el paisaje ni sentarme a ver jugar los niños, pero esa vez era diferente, los años habían pasado y no podía seguir evadiendo ese peso enorme, sin sentido y agobiante que se encargaba de molestarme. Nunca fui de parar en los parques…de hecho me causaban gracia las personas que lo hacían y dedicaban parte de su tiempo a ver jugar los niños; pensaba que no tenían nada más que hacer: cesantes, amas de casa y todo tipo de fracasados que bailan la misma danza. Pero ahora es diferente, quizás esté siendo parte de ese grupo numeroso, o tal vez me auto-incluí hace dos semanas. Tal vez eso deba hacer, dejar de trabajar, borrarme del mapa, dejar de recibir llamadas, y no revisar el correo durante un tiempo, tengo una ex novia que hacía eso: desaparecer. Nunca la entendí, me decía que necesitaba desconectarse de la máquina de vez en cuando. Nunca la entendí. No soporto no entender a la gente, y nunca lo hice con ella…decía que después se encargaba de devolver todos los mensajes, pero yo lo consideraba una pérdida de tiempo… ¿Y si habían sido urgentes?, ¿Y si alguien la había >necesitado<?, ¿Y cuando yo la había necesitado?

Y ahí estoy, me veo con el periódico sin leer en mis rodillas, un banco sucio bajo mi traje impecable, y mi pelo al viento primaveral. No es un panorama muy acogedor estar desencajando, con todo lo que implica eso, parar en una plaza, ver jugar los niños, ver sus caras, sus rostros, sus perros, sus juegos; cuando tu corbata atada al cuello te delata ante sus rostros. No me causa ninguna gracia desentonar en la escena, al menos si leyese el diario, pero ni eso, ni ganas de leerlo me dan, ni ganas de dejar de desentonar en mi vida, ni ganas de seguir pareciendo, ni ganas de continuar como si nada, sin ganas de seguir fingiendo, actuando, sin ganas de seguir el juego, sin ganas de despertar para ahorcarme en el nudo de la corbata otra vez y esclavizarme a los zapatos de cuero ¿Para qué? Si quiero zapatillas, siempre me gustó el deporte. ¿Por qué si adoro la naturaleza, ahora nunca tengo tiempo para salir de aquí? ¿Por qué dejé de hacer las cosas que me gustaban? Ni de eso tengo ganas, ¡ni de volver a ser feliz!

Cuando ingresaba a la vida, sabía lo que venía con ella...y como todos, estaba dispuesto a asumir los riesgos, no parar nunca, no tener tiempo para mí, subir unos kilos de peso, no ver jugar a tus hijos y simplemente despedirte cuando ya están durmiendo. Una vida de mierda que involucra insertarse al sistema, así, de anexado, así por azar, así simplemente, así por ser...

Hasta que un día de primavera, te despiertas y ya estás dentro…¡¡Y ya no hay vuelta atrás cuando logras entrar!! Es demasiado tentador quedarse en el confort del enriquecimiento material a costa del empobrecimiento espiritual. Nos entrenan para eso; y piensas en todo lo que luchaste por conseguirlo,  años estudiando una carrera lucrosa, sacrificando panoramas, y lo que más duele: horas de sueño por conseguir eso. Pero aquí estás, ¡Lo lograste! Al fin estás dentro; y ¿Para qué? ¿Para envidiar al escolar que aún no lo está?, ¿Para recordar tus andanzas del “estar fuera”? Aah no, ¡Aún mejor! Simplemente para decir,  que “ya estás dentro”.  Para que tu familia se enorgullezca de ti, para que tu vida parezca normal, para que tu vida encuentre sentido. ¿Pero qué tipo de sentido?

¿Todo eso para que no estés varado fuera del círculo?, Para que no te miren como fracasado sin darse cuenta de que aunque corras por pagar las cuentas, estás más feliz que ellos, porque puedes ser feliz cuando estás en lo que te gusta; y eso, eso es lo que marca la diferencia. Porque no estudiaste para comprarte una casa, ni para solventar tu familia, estudiaste porque te gustaba estudiar, te divertiste y se te fue la noche estudiando porque ¡Qué interesante estaba! Se te hizo fácil faltar a esa fiesta, tu sueño sabía que se acumulaba feliz, porque te diste el tiempo para lo que querías.

Y aquí estoy, sonrisa en cara, patéticamente sentado en un banco disfrutando de ver los niños jugar. Probablemente haya muchos que me miren y se avergüencen, como yo alguna vez lo hice, aunque soy el único estúpido que viene con la peor tenida de plaza, a marcar la diferencia, a mostrar su agonía al mundo, a delatar su reacción impulsiva, su caminar errabundo, y terminar sentado en este banco que huele a orines. Preferí caminar y dejar el auto donde estaba, caminar y ver caminar a la gente ¿A dónde irán todos tan apurados?

No necesito más, si anochece y sigo aquí, ya no me importa, y si la noche se asusta de verme venir, pues ¿qué le vamos a hacer? Ni ganas de volver a casa, ¿para qué? Sería sólo dejar que la soledad y el silencio susurren cosas feas otra vez, y no quiero otra vez.

Ni una copa de vino me acompaña; ni el amigo fiel; ni el teléfono al oído. Que penoso sería ver mi estado actual, ni los poquitos amigos que sobreviven al escaso tiempo que les di podrían entenderlo…jajaja, soy el idiota que no es capaz de moverse hace horas porque su vista se nubló del todo, entre sollozos distingo mis zapatos perfectamente lustrados ahora llenos de polvo. Aquí estoy yo ahora, dándome cuenta de mi engaño; en mi defensa, pensaba que sería feliz, ¡de veras que lo pensaba! Eso decían, pero no;  ni mi departamento de soltero me auspicia un buen augurio, ni mi auto del año, ni mis corbatas con estilo. Nada, nada de eso se compara con haber sido lo que pude ser: un circundante, ¡No un vendido y fracasado triunfante como yo!

Me veo levantándome lentamente, entumido y pensando que las chaquetas de traje nunca han servido para las noches frías ¡Al carajo el protocolo! Un buen chaleco desgastado me reconfortaría más que esta fría y distante chaqueta; pero parece que ya no tengo ninguno, ya me deshice de todo.”

- Así, y así, y así con más puedo seguir, ¿Y tú me preguntas para qué tan largo el monólogo? Porque sé que si llego a una plaza un día, después de mucho tiempo sin ver jugar los niños, y me encuentro con todo esto, me miraré en el espejo y sabré que fracasé en mi intento, que no le gané a nadie, ni a mi propia ambición.

Por eso lo pienso ahora, porque sé que no se trata de hacer lo más fácil, sino de hacer lo que disfrutes hacer. Y siempre será más fácil seguir al montón y dejar de hacerse preguntas. Pero me siento tranquilo, sé que mis padres en realidad no desearían que llegue a un parque en 20 años más y descubra que fracasé, que me derroté a mi mismo por dejar ir lo que pienso, por no escuchar mi vibración. Porque sé que hoy llego a mi casa, y un día o dos tardarán en comprender, pero no más que cinco, o treinta tal vez. Yo sé que mi papá es uno de esos fracasados que te describí.

Por eso, y porque no quiero llegar un día de primavera y por vez primera en mucho tiempo, ver los niños jugar en la plaza. Prefiero ponerme cojones ahora, que perder 20, o tal vez 30 años en decidirme a coger lo que quiero. Por eso. ¿Lo ves?