La tarde en que Vallejo
decidió llevar Cesar por nombre
-un nombre común como cualquiera-
conoció del morir y aún no moría.
Por vivir entre aguaceros
duro con palos - martillo y guadaña a él le daban
y él andaba sin hacer a nadie nada
solo las palabras enredaba
con su pan cargando al hombro
como otro con una pulga en su sobaco
en camisa ya rasgada y la barriga
buscando trizas en sonrisas enredadas.
Y el gato. El eterno gato murmurando:
yo maúllo por que humano no soy por mis bigotes.
Vestía un chaleco – un pantalón y dolor sin fin entre su cuello.
A Trilce enarbola cuál bandera
como un poema humano que al final no fue poema
sino un canto que la muerte en París le recordara
por que el alma no le cabía en su desgarro.
Partió deseando la tierra de lamentos
por discurrir que entre el morir siempre es mejor el ir muriendo
todo por estar siempre buscando
un paso que no alcanza su lamento
de vivir cada día un poco menos
cuando después de tanta palabra derramada
por ser cholo – mormón o mahometano
en restos quedo en Montparnasse
donde Georgette escribió en su piedra negra en piedra blanca:
“He nevado tanto para que duermas. “
CIBORG MR