Igual que las auroras, llegó a mi vera un día,
trayendo en su mirada, de luz, fulgor astral,
su voz sonaba suave, como la melodía
que lleva la cadencia, que llena de alegría
al alma que le escucha su arpegio celestial.
Su blonda cabellera de trigo parecía,
cayendo por sus hombros con gracia angelical,
su frente, tersa y blanca, mi numen encendía,
brotando en mis adentros sublime poesía,
cubierta con el velo del alba matinal.
Su mística silueta, sutil, me seducía,
surgiendo mil ensueños, de forma torrencial,
y mas que muchas diosas, su porte me atraía
con ese tierno encanto, que grácil poseía,
lo mismo que una rosa, con aura virginal.
Un mundo de ilusiones en mi alma florecía,
al par del dulce influjo de su halo sin igual,
que muy serenamente, de paz me revestía,
con el gran privilegio de sentirla tan mía,
que hacía de mi vida mi cielo de cristal.
Jamás en mis delirios, imaginar podía,
que toda su ternura, fingió de forma tal,
que no me daba cuenta que solo fue la arpía
que tan astutamente con magia me envolvía,
clavando en mis espaldas, de seda, gran puñal.
Autor: Aníbal Rodríguez.