Del boceto que pudo ser mi vida decidí hacer acuarelas; sin dejar de lado los grises, los marrones, la penumbra, he puesto los colores más vivos que del mundo pude arrancar.
En espera quedo, inquieto, de la humedad. Cualquier lágrima furtiva, salivoso encuentro, sudor evaporado, sangre derramada, cambiará esta obra mía sin que pueda hacer otra cosa que mirar.
Tarde o temprano, el lienzo se desgasta y la tinta comienza a disipar; pero obra es, obra hubo y, aunque no debiera, fue: Antes que bosquejo, cromático eco de mi ser.