Alexandra Quintanilla

---

Vaya música la que escuchaba
en los manglares de tus suaves labios dulce
en el que jardines discrepaban
por resaltar en los laureles de tus dientes.

Y afijados mis ojos a los tuyos
contemplaba el cielo enardecido en noche tenue,
y el brillo de la luna que abarcaba el negro de tu intrepida pupila endeble.

Sujetabas mi mano, 
acariciándola en un fluir de río dulce
mientras tu amor como fogata ardiendo
encendía a mi corazón.

Se enredaban las raíces
enverdeciendo al amor todo propio,
de todos,
pero aún más todo tuyo.
Viniendo entonces a florecer jazmines y claveles
animando a mi voz
que a revuelo ofrecía enterneciente
cuidar a cariño noble
el reposo de tu eterna alma limpia.